Sinopsis Editorial:
Fotograma de "El silencio de los corderos" |
Fotograma de "El silencio de los corderos" |
Pi y yo. Feria del Libro Madrid 2018 |
Presentación de la novela en Bueu 16/6/21 Arantza Portabales y Mercedes Corbillón de la librería Cronopios |
La diferencia entre la maduración y la putrefacción está en la humedad. Así sucede con la carne. Lo escuché en un programa de cocina. Aquí el aire es tan húmedo que no puedo parar de pensar que si muero, mi cuerpo, todos mis tejidos, se descompondrán rápidamente sobre este suelo. Pronto mis células entrarán en un proceso de licuación, se desintegrarán, me convertiré en un amasijo orgánico que poco a poco se cubrirá de larvas y solo permanecerá este olor a sal que lo inunda todo.
Maite R. Ochotorena Fotografía de www.libertaddigital.com |
Hubo un chasquido. Cris se incorporó de golpe Tenía la vista algo nublada. Se frotó las sienes con los dedos, le zumbaba la cabeza, era como haber dejado entrar en ella un enjambre de avispas furiosas, el ruido de sus alas sofocaba su mente hasta lo indecible. Temblaba como una hoja y una sorda desazón poblaba su cuerpo. Se encontraba enferma y debilitada. Se pasó la mano por la frente, la tenía húmeda, cubierta de un sudor frío y pegajoso. ¿Y su ropa? Llevaba puesta una camiseta negra de manga larga que no era de su talla, demasiado grande, estampada con un motivo rockero heavy. Se llevó una manga a la nariz y aspiró. Olía bien, incluso creyó percibir un fondo familiar que... La soltó con frustración, cada vez más nerviosa. Se le escapaban los recuerdos. Trató de pensar, navegar hacia atrás en el tiempo y descubrir cómo había llegado allí. Pero su memoria se escabullía hacia un fondo insondable.
Jacinta Cremades Fotografía Instagram autora |
Martes, 5 de octubre de 2009. Una llamada al móvil me dice que mi madre ha muerto. A lo lejos escucho perpleja la voz de un desconocido que no sabe cómo anunciármelo delicadamente. «¿Es usted la hija de Maite O’Pazo Montis?». Que alguien pronuncie su nombre, después de tantos años y en francés, me deja helada. «¿Quién le ha dado mi teléfono?». Antes, mi madre y yo teníamos la misma voz. «Buscar a gente es mi trabajo –me contesta–. El entierro tendrá lugar en dos días. En París. A su madre le hubiera gustado despedirse».
Ilaria Tuti Fotografía de www.beatricemancini.it |
Nunca nos conocemos de verdad a nosotros mismos ni a quienes tenemos a nuestro lado. Podemos definirnos de muchas maneras, pero al final son nuestras decisiones ante una encrucijada las que muestran quiénes somos. O el secreto que escondemos.
En fin, que aunque esperaba conectar más rápidamente con la novela por las sensaciones que me había dejado el primer libro, al final me ha gustado esta historia y de momento me apunto a una tercera entrega porque teniendo en cuenta lo que le pasa a la comisaria Battaglia me da la sensación de que esta serie no puede ser muy longeva y quiero ver cómo lidia con todo lo que le pasa y cómo reaccionará su equipo.
Veníamos de un pueblo y a un pueblo íbamos, en ese juego de la oca que se traía mi madre desde que sacó su plaza de maestra. Un tablero en el que la casilla de salida era la aldea castellana de los cuatro abuelos agricultores y la casilla de llegada era Madrid. Éramos las fichas pequeñas del tablero, las que acompañaban a las grandes. Y nuestra suerte dependía de los dados de mamá. Porque papá ya había llegado al final del juego.
Como el padre de familia sí tiene trabajo en Madrid, apenas pasa con ellos los fines de semana, pero pronto David, que es el narrador de la historia, se da cuenta de que pasa algo raro entre sus padres. En estas circunstancias Mercedes decide que necesita ayuda para lidiar con todo, la escuela, la casa, sus hijos y le propone a Emérita, una mujer del pueblo, que perdió al único hijo que tenía cuando era un bebé, que se vaya a vivir con ellos y sobre todo que vigile a David, o Currete, como le llamará ella siempre.
Mamá estaba tan liada entonces con preparar las clases, rematar la casa, contemplar a mis hermanas, arreglar la calefacción de la escuela, reclamar el material escolar que faltaba, peinar la melena del perro y sellar las goteras, que yo podía ausentarme semidesnudo como Tarzán y volver lleno de barro a la noche casi sin ser visto a una edad en la que, en la ciudad, me contaban mis primos, permanecías bajo libertad vigilada.
Pedro Simón Fotografía de lasexta.com |
Devoraba libros porque no podía vivir. Cuando mi madre se marchaba a trabajar limpiando la mierda de los ricos en la ciudad, yo recogía a mis hermanos y remontábamos la cuesta desde el colegio hasta la pequeña biblioteca. Allí debíamos quedarnos hasta que apareciera mi madre con el rostro cansado, malhumorada, para llevarnos a casa. Pero yo nunca quería irme, prefería seguir parapetado allí, en la pequeña sala de plafones, en aquel barracón, leyendo, huyendo en realidad. Porque allí no entraba el Mal, no había más dolor del que se pudiera soportar, sino vidas mágicas, viajes, esperanzas.
Victor del Árbol |
No voy a engañarte, todo lo que has oído sobre mí, y aun lo que no has oído, es cierto: secuestré a Martin Pearce, lo metí en el maletero de mi coche y conduje más de mil kilómetros hasta la Casa Grande. Una vez allí lo torturé durante tres días con sus largas noches y el 11 de noviembre de 2010 lo maté disparándole dos veces en la cabeza. Después llamé a la policía y me senté a esperar.Como os decía, una vez más he disfrutado/sufrido con una obra de este autor, con estos tremendos personajes que parecen títeres en la obra que les ha tocado vivir y aunque no se va a convertir en mi favorita porque quizás me ha recordado demasiado a historias ya leídas, incluso del propio autor, la recomiendo a todo aquel que hasta ahora ha seguido la trayectoria de Víctor y ha disfrutado con sus libros, pero todo lo contrario os diría a quienes no lográis conectar con esta forma tan dura, cruda y real que tiene el autor de narrar porque aquí sigue demostrando la misma maestría.