Sinopsis Editorial:
Madrid, 1981. Una pareja de inspectores de policía investiga el atropello mortal de una joven completamente desnuda cuya autopsia revela unas terribles lesiones previas al accidente. Poco después, dos chicas de edades similares desaparecen. Las tres fueron vistas por última vez en locales de copas. Comenzará así una absorbente intriga criminal, que abarca dos décadas, en la que la acción y la psicología de los personajes se entrelazan con maestría. El Madrid del final de la Transición, en donde los feroces métodos franquistas seguían vivos, contrasta con el de una democracia ya asentada aunque expuesta a los peligros del mundo globalizado.
Una novela que no da tregua al lector gracias al ritmo, el suspense y la violencia, con un final épico, tan sorprendente como demoledor, que reflexiona sobre la complejidad del ser humano y sus zonas más oscuras, pero también sobre la fuerza todopoderosa del amor.
Sé que aún falta un poco para finalizar el año (aunque ya se podía acabar mañana), pero creo que puedo decir sin equivocarme que encontraréis esta novela entre mis mejores lecturas de este año cuando lleguen los famosos resúmenes sobre lo mejor leído durante 2020, al menos en lo que a thriller y novela policíaca se refiere.
"Todos nosotros" no solo contiene entre sus páginas una trama intensa y adictiva, sino que también es una crónica social de los dos hilos temporales en los que transcurre su historia.
La novela se divide en dos partes de cuarenta y cincuenta capítulos cada una y un epílogo. La primera parte nos sitúa en la España de 1981, concretamente al final de ese año, la segunda sin embargo nos hace saltar en el tiempo dos décadas y nos lleva al verano de 2002. Gracias a esa distancia en el tiempo entre los dos hilos de esta historia, iremos viendo los cambios que se van produciendo en el país además de asistir a la resolución de un caso que para el protagonista de esta historia, Diego Álamo, se ha convertido en una misión en su vida.
"Todos nosotros" comienza con un breve prólogo, de esos que el lector, una vez metido en materia, olvida hasta que de repente todo encaja en la historia y tras el cual nos metemos de lleno en la primera parte de la novela siendo testigos del atropello de una joven que además estaba desnuda, lo que enseguida hace suponer a la policía que intentaba escapar de alguien. A la vez, dos jóvenes más desaparecen tras salir de una zona de copas de Madrid y todo ello hace que arranque una investigación de la que estarán a cargo dos subinspectores, Roberto Guzmán y Diego Álamo, dos policías que entienden de diferente forma la manera de hacer las cosas.
Hay que ponerse en situación. España está en pleno desarrollo democrático, no había la tecnología que hay a día de hoy (cuántas veces durante la lectura no he pensado en lo bien que les habría venido tener acceso a internet, a unas pruebas de ADN, a mil cosas que en aquel momento eran impensables) y a Diego los procedimientos de la policía franquista no solo no le gustan en absoluto, sino que le hacen sentir realmente incómodo cuando su compañero, más curtido y con larga experiencia en la brigada criminal, utiliza los métodos que considera necesarios para lograr una confesión. Buscaban resultados rápidos y sabían cómo obtenerlos, o al menos eso creían.
Javier Menéndez Flores. Fotografía de www.laopiniondemurcia.es |
Una de las cosas que más me ha gustado de la primera parte del libro ha sido ese contraste entre Diego y Guzmán. Aunque la carencia de tecnología agudizaba el ingenio de los policías, eran más deductivos y analizaban cada pista, Diego es un policía con principios, que cree en su trabajo, que piensa que hay otra forma de hacer las cosas y confía en el cambio que se está efectuando en el país. Guzmán sin embargo representa cómo se hacían las cosas en la época franquista (aunque quiero creer que no todos los policías eran así siempre) y desde luego da un poco de repelús pensarlo.
El autor, además nos ayuda a situarnos en este hilo temporal mencionando a lo largo de la lectura noticias que fueron importantes en su momento, la música que sonaba por entonces, las películas que había en cartelera, los programas de radio, las obras de teatro. ¡Por Dios hasta he buscado el vídeo completo con el mensaje de Navidad del Rey de 1981! (no digáis que no le pongo ganas a la lectura).
Esta primera parte de la novela se divide en cuarenta capítulos. En los capítulos impares asistiremos a la investigación de las desapariciones de las chicas, y en los capítulos pares seremos testigos del dolor de éstas. Javier Menéndez consigue ponernos en la piel de las víctimas de una forma increíble y terrible. Estás deseando en todo momento que la policía encuentre una pista que libere a las pobres chicas porque su situación es inhumana, pero de repente y tras el final del último y potente capítulo de la primera parte, pegamos un salto en el tiempo y nos encontramos en 2002 para ver que de nuevo empiezan a desaparecer chicas con unas características muy similares a las de 1981 y Diego Álamo, ahora en otro puesto de trabajo y con unas herramientas más avanzadas, no duda conectar los casos e intentar resolverlos. Encargará el trabajo a dos nuevos policías, los inspectores Sara Segura y Mateo Suárez, que en este ocasión nos harán ver cómo ha cambiado el mundo policial, la forma de trabajar y los recursos a utilizar y de nuevo alternaremos los capítulos de la investigación con otros, pero esta vez nos meteremos en la mente del criminal. Y hasta aquí os cuento..
La novela es magistral, o al menos a mí me lo ha parecido. El autor nos ofrece la historia desde tres puntos de vista (víctima, verdugo y policía) y todas están al mismo nivel, son puro equilibrio narrativo. Os aseguro que no es agradable leer la parte de las víctimas y ponernos en su piel, es dura, directa, brutal, no da tregua, pero no lo es menos meterse en la mente del criminal y sin embargo no se regodea en las escenas porque no es en absoluto necesario. Consigue meternos en la mente de cada uno de los personajes y hacernos sufrir y a la vez tener esperanzas, las que no pierde Diego en ningún momento.
"Todos nosotros" es un thriller más que recomendado, documentado al detalle, con un contexto social e histórico perfecto, un retrato de nuestra historia más reciente, que despertará los recuerdos de todos aquellos que habéis vivido los 80, una novela dura, que duele, es cierto, pero que también deja espacio para la esperanza. Una historia con unos personajes interesantísimos. Imposible no empatizar con Diego Álamo, un hombre íntegro, y por fin un policía que no vive atormentado, más bien todo lo contrario, ha tenido una vida personal feliz y plena y esa parte de la novela equilibra la oscuridad que entre sus páginas encontramos. "Todos nosotros" habla de un tema que nunca dejará de "parir" novelas: el bien y el mal y lo hace sin que el ritmo o el suspense decaigan en ningún momento. Creo que si os gustan los thrillers tanto como a mí, no debéis dejarla pasar.
Es la primera vez que leo algo de este autor, pero si sigue por la senda del thriller, lo tendré muy en cuenta.
Puedes leer el comienzo de "Todos nosotros" AQUÍ
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