Viktor es un escritor arruinado: está sin blanca, lo ha dejado su novia, tiene frío.
Imaginen si se siente solo que decide adoptar a un pingüino. No sabe que este nuevo compañero de piso, Misha, también está deprimido: suelta suspiros melancólicos cuando chapotea en la bañera de agua helada y se encierra en la habitación como un adolescente. Ahora Viktor no solo está triste, sino que debe consolar a su amigo. Y además alimentarlo. Todo se complica cuando un gran periódico le encarga escribir esquelas de personajes públicos que aún están vivos. Parece una tarea fácil. Pero no lo es: los protagonistas de sus necrológicas empiezan a fallecer en extrañas circunstancias poco después de que escriba sobre ellos. Misha y Viktor se ven atrapados en una trama absurda y violenta.
No sé si es que últimamente ando algo despistada, porque no acabo de captar el sentido de algunas novelas o al menos creo que no lo capto en su totalidad. El consuelo que me queda con esta historia es que ha sido la última lectura conjunta que organicé y parece que no solo me ha ocurrido a mí.
Lo cierto es que toda la lectura se nos ha hecho muy extraña, pero curiosamente es muy fácil de leer, aunque la sensación general es que no hemos sabido entender demasiado bien qué quería transmitir el autor con este libro.
Personalmente, tal como les comenté a mis compañeras de lectura, no puedo decir categoricamente que no me haya gustado, pero me ha faltado algo más de profundidad. Pasan muchas cosas, algunas de lo más extrañas (empezando por tener un pingüino en casa) pero no se profundiza demasiado en ninguna y cuando termina te quedas sin saber qué ha pasado con la mayoría de los personajes.
La historia arranca a finales de los noventa en la Ucrania post-soviética, donde Viktor un escritor sin éxito, al que su novia ha abandonado, anda bastante deprimido. Viktor vive con un pingüino al que acogió cuando el zoo empezó a repartir animales hambrientos entre quienes podían darles de comer. El caso es que Misha, el pingüino, también está deprimido y ambos dejan pasar los días sin pena ni gloria, hasta que a Viktor le sale un extraño trabajo, que acepta de inmediato, gracias al cual poco a poco su casa se irá llenando de gente.
Ese nuevo trabajo consiste en escribir necrológicas de gente que todavía está viva, para ello desde el periódico que le ha contratado le facilitan unos dossieres con la información que debe mencionar de cada uno de los personajes sobre los que escribe, pero claro el hombre no acaba de ver publicada su obra porque para eso hace faltan que estos personajes se mueran y tardar tardan un poco, pero una vez que muere el primero, la cosa va cogiendo un ritmo endiablado.
Será el lector el que tenga que darse cuenta de lo que está pasando, tanta muerte junta no es "natural", pero Viktor parece no tener sangre en las venas. Él se limita a cumplir con todo lo que le mandan sin preguntar demasiado y sin poner objeciones a nada. Le da igual que su jefe aparezca por su propia casa y le dé ordenes, él obedece. Le da igual que le diga que debe desaparecer unos días, él obedece. Le da igual que le dejen en su casa a Sonia, una niña hija de otro Misha que obviamente está metido en turbios asuntos y teme por la seguridad de la niña. Viktor no protesta. Y le da igual que Nina, la niñera que acaba contratando para cuidar a Sonia poco a poco se vaya convirtiendo en la señora de la casa. Nada parece trastocar su vida. En realidad por el único que parece sentir un interés real es por Misha, y es por su preocupación por el pingüino como llega a conocer a Padpaly "el pingüinólogo" que le resuelve algunas de sus dudas.
Y después de leer el párrafo anterior, da la sensación de que ocurren muchas cosas en la novela y lo cierto es que es así, pero sin embargo lees y sientes que no pasa nada. Quizás por la actitud de los personajes que no parecen alterarse por nada aunque tampoco da la sensación de que sufran por ello. Se limitan a vivir un día más y mientras a su alrededor uno se da cuenta de que con todas esas muertes se está haciendo una limpieza dentro de la sociedad ucraniana porque entre los fallecidos no hay uno que esté limpio.
Yo creo que esta novela es un cruda crítica a la sociedad corrupta ucraniana de finales de los noventa, una corrupción que llegaba a todos los estamentos sociales, políticos y militares (¡anda, pues lo mismo no han cambiado mucho las cosas!), y también una crítica hacia la sociedad que no hace nada a pesar de saberlo (¡caramba, esto también me suena). Quizás esa sociedad está representada en Viktor, pero es todo tan extraño en el libro que creo que se me escapan mil detalles.
Lo que más me ha gustado es el pingüino, la verdad. Me ha parecido tierno y simpático, pero por otro lado me ha dado pena esa soledad, ya que solemos ver siempre a los pingüinos en grandes grupos, y resulta un tanto triste que Misha viva dentro de un piso, chapotee en una bañera y coma pescado recién salido del congelador.
Como digo es un libro extraño, me ha gustado, pero no sé muy bien a qué clase de lector se lo recomendaría, tiene un aire de novela negra clásica, tiene trazas de humor, de crítica social y en realidad su lectura es muy ágil porque la prosa es muy sencilla, pero... es muy raro.
Imaginen si se siente solo que decide adoptar a un pingüino. No sabe que este nuevo compañero de piso, Misha, también está deprimido: suelta suspiros melancólicos cuando chapotea en la bañera de agua helada y se encierra en la habitación como un adolescente. Ahora Viktor no solo está triste, sino que debe consolar a su amigo. Y además alimentarlo. Todo se complica cuando un gran periódico le encarga escribir esquelas de personajes públicos que aún están vivos. Parece una tarea fácil. Pero no lo es: los protagonistas de sus necrológicas empiezan a fallecer en extrañas circunstancias poco después de que escriba sobre ellos. Misha y Viktor se ven atrapados en una trama absurda y violenta.
No sé si es que últimamente ando algo despistada, porque no acabo de captar el sentido de algunas novelas o al menos creo que no lo capto en su totalidad. El consuelo que me queda con esta historia es que ha sido la última lectura conjunta que organicé y parece que no solo me ha ocurrido a mí.
Lo cierto es que toda la lectura se nos ha hecho muy extraña, pero curiosamente es muy fácil de leer, aunque la sensación general es que no hemos sabido entender demasiado bien qué quería transmitir el autor con este libro.
Personalmente, tal como les comenté a mis compañeras de lectura, no puedo decir categoricamente que no me haya gustado, pero me ha faltado algo más de profundidad. Pasan muchas cosas, algunas de lo más extrañas (empezando por tener un pingüino en casa) pero no se profundiza demasiado en ninguna y cuando termina te quedas sin saber qué ha pasado con la mayoría de los personajes.
La historia arranca a finales de los noventa en la Ucrania post-soviética, donde Viktor un escritor sin éxito, al que su novia ha abandonado, anda bastante deprimido. Viktor vive con un pingüino al que acogió cuando el zoo empezó a repartir animales hambrientos entre quienes podían darles de comer. El caso es que Misha, el pingüino, también está deprimido y ambos dejan pasar los días sin pena ni gloria, hasta que a Viktor le sale un extraño trabajo, que acepta de inmediato, gracias al cual poco a poco su casa se irá llenando de gente.
Ese nuevo trabajo consiste en escribir necrológicas de gente que todavía está viva, para ello desde el periódico que le ha contratado le facilitan unos dossieres con la información que debe mencionar de cada uno de los personajes sobre los que escribe, pero claro el hombre no acaba de ver publicada su obra porque para eso hace faltan que estos personajes se mueran y tardar tardan un poco, pero una vez que muere el primero, la cosa va cogiendo un ritmo endiablado.
Será el lector el que tenga que darse cuenta de lo que está pasando, tanta muerte junta no es "natural", pero Viktor parece no tener sangre en las venas. Él se limita a cumplir con todo lo que le mandan sin preguntar demasiado y sin poner objeciones a nada. Le da igual que su jefe aparezca por su propia casa y le dé ordenes, él obedece. Le da igual que le diga que debe desaparecer unos días, él obedece. Le da igual que le dejen en su casa a Sonia, una niña hija de otro Misha que obviamente está metido en turbios asuntos y teme por la seguridad de la niña. Viktor no protesta. Y le da igual que Nina, la niñera que acaba contratando para cuidar a Sonia poco a poco se vaya convirtiendo en la señora de la casa. Nada parece trastocar su vida. En realidad por el único que parece sentir un interés real es por Misha, y es por su preocupación por el pingüino como llega a conocer a Padpaly "el pingüinólogo" que le resuelve algunas de sus dudas.
Y después de leer el párrafo anterior, da la sensación de que ocurren muchas cosas en la novela y lo cierto es que es así, pero sin embargo lees y sientes que no pasa nada. Quizás por la actitud de los personajes que no parecen alterarse por nada aunque tampoco da la sensación de que sufran por ello. Se limitan a vivir un día más y mientras a su alrededor uno se da cuenta de que con todas esas muertes se está haciendo una limpieza dentro de la sociedad ucraniana porque entre los fallecidos no hay uno que esté limpio.
Yo creo que esta novela es un cruda crítica a la sociedad corrupta ucraniana de finales de los noventa, una corrupción que llegaba a todos los estamentos sociales, políticos y militares (¡anda, pues lo mismo no han cambiado mucho las cosas!), y también una crítica hacia la sociedad que no hace nada a pesar de saberlo (¡caramba, esto también me suena). Quizás esa sociedad está representada en Viktor, pero es todo tan extraño en el libro que creo que se me escapan mil detalles.
Lo que más me ha gustado es el pingüino, la verdad. Me ha parecido tierno y simpático, pero por otro lado me ha dado pena esa soledad, ya que solemos ver siempre a los pingüinos en grandes grupos, y resulta un tanto triste que Misha viva dentro de un piso, chapotee en una bañera y coma pescado recién salido del congelador.
Como digo es un libro extraño, me ha gustado, pero no sé muy bien a qué clase de lector se lo recomendaría, tiene un aire de novela negra clásica, tiene trazas de humor, de crítica social y en realidad su lectura es muy ágil porque la prosa es muy sencilla, pero... es muy raro.
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