AUTOR: Delphine De Vigan
EDITORIAL: Anagrama
Sinopsis Editorial:
En el centro de esta novela hay un niño de doce años: Théo, hijo de padres separados. El progenitor, sumido en una depresión, apenas sale de su caótico y degradado apartamento, y la madre vive consumida por un odio sin fisuras hacia su ex, que la abandonó por otra mujer. En medio de esa guerra, Théo encontrará en el alcohol una vía de escape. A su alrededor se mueven otros tres personajes: Hélène, la profesora que cree detectar que el niño sufre maltrato a partir del infierno que vivió en su propia infancia; Mathis, el amigo de Théo, con el que se inicia en la bebida, y Cécile, la madre de Mathis, cuyo tranquilo mundo se tambalea después de descubrir algo inquietante en el ordenador de su marido...
Esta es la cuarta novela que leo de Delphine de Vigan y de nuevo me ha conquistado. Qué gusto da adentrarse en cualquier obra de esta autora, apenas lees una página y ya notas que estás dentro de una buena novela rodeada de buena literatura.
La historia de este libro tiene como protagonista a Théo, un crío de doce años que vive cada semana con uno de sus padres que desde que se separaron no se pueden ver. La madre no quiere saber nada de su ex marido y jamás le pregunta a Théo por los días que pasa con él. El padre está sumido en una depresión tan profunda que teme que la madre de Théo se entere y pida la custodia total del niño y en medio está Théo, cuyas lealtades se dividen entre ambos padres y para lidiar con ello se refugia en el alcohol.
La novela se divide en capítulos que llevan por título el nombre de cuatro personajes, por un lado Théo y Mathis, su mejor amigo y el único que conocerá su historia (más o menos) y dudará entre guardar el secreto o acudir a un adulto por lo que sus lealtades están en una balanza que no sabe hacia que lado inclinarse, y por otro Hélène, la profesora de los niños que sospecha que algo ocurre en casa de Théo, aunque sus sospechas van por otros derroteros y Cécile, la madre de Mathis, que es la que descubrirá a los niños bebiendo y además otra desagradable sorpresa en el ordenador de su marido.
Qué terrible es leer sobre las adicciones, pero qué tremendo cuando se dan en niños de doce años, que sin saber cómo afrontar lo que están viviendo encuentran la solución, en este caso, en el alcohol.
Para mí lo más horrible ha sido leer la parte de las mujeres. Sus capítulos están narrados en primera persona y siento que ambas podían haber tomado otras decisiones que aliviaran el sufrimiento de los niños. A través de estos capítulos conoceremos la historia de las dos. La propia historia de Hélène le hace pensar que Théo pueda estar viviendo algo similar y se obsesiona con ello, por otro lado Cécile, cuyo padre fue un alcohólico, cuando descubre el secreto de los niños es incapaz de decir nada por si le echan la culpa a ella, como si fuera algo hereditario de su parte. Creo que es la que mejor oportunidad tuvo para solucionar el problema y sin embargo lo dejó pasar.
La verdad es que esta novela duele, es una historia llena de dolor, de miedo, donde todos los personajes sufren y desde el otro lado de las páginas te empuja a querer ayudar, a gritar a las dos adultas que abran los ojos, que hagan algo, que hagan las preguntas necesarias, que vayan donde haga falta… ¿No sienten la tragedia que se avecina?
Esta autora siempre consigue removerme con sus novelas, son tan directas, tan duras a veces, que es imposible quedar indiferente ante lo que lees. Me encanta que en todas sus novelas, que no son precisamente extensas, sea capaz de profundizar tanto en temas tan diferentes y analizar tan bien el comportamiento humano.
Sobre el final, es cierto que queda abierto (no para una segunda parte), pero sí quizás para que cada lector decida que pasará a partir de ahí y me ha gustado que terminara así, la verdad.
No puedo más que recomendar a esta autora. Yo desde luego volveré a ella cuando tenga otra oportunidad.
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