TITULO ORIGINAL: How to talk to a widower
TRADUCCION DE: Beatriz Martínez Ruiz
TRADUCCION DE: Beatriz Martínez Ruiz
AUTOR: Jonathan Tropper
EDITORIAL: El andén
PÁGINAS: 333
PRECIO: 3€
SINOPSIS:
Viudo a los 29 años, Doug Parker, columnista mordaz y aspirante a escritor, trata de aferrarse a la memoria y amor de su difunta esposa a través de la ironía, el alcohol y el cinismo. Pero lo inevitable es seguir viviendo, y sus cada vez más caóticas andaduras en un suburbio de Nueva York nos introducen, con risas y lágrimas, a un intrigante mundo de habladurías, citas fallidas, amantes y escenarios cada vez más absurdos pero elocuentes.
Solo puedo decir que me ha encantado esta novela. Ha sido divertida, ha conseguido hacerme reír y a la vez ha sido conmovedora. Mentiría si dijera que no ha conseguido sacarme alguna lágrima, pero ante todo me ha parecido una muy buena historia.
Es la segunda novela de aquel Lote comprado el verano pasado donde liquidaban libros de El Anden a 3€. De momento me está saliendo muy rentable aquella compra.
Ya había leído de este autor “Todo cambia” que no me había disgustado pero que tampoco me pareció nada especial, sin embargo con esta historia tengo que decir que ha subido muuuchos puntos. Podría decir que J. Tropper viene siendo un escritor de novelas tipo “chick-lit” pero con personajes masculinos, porque ellos también viven historias que les atormentan y pueden llegar a toparse con situaciones a veces tan absurdas como las de las protagonistas femeninas de estos libros.
Aquí nos metemos de lleno en la vida de Doug, que hace un año que se quedó viudo, cuando su esposa muere en un accidente de avión. El tiempo va pasando pero él no consigue asimilarlo Muchas veces durante la lectura encontraremos esta frase:
“Tenía una mujer. Se llamaba Hailey. Ahora ya no está. Y yo, tampoco”.
Doug se encuentra sólo, no quiere consuelo, no quiere que lo animen, no quiere salir de casa ni dar pena, prefiere encerrarse, compadecerse y culparse por seguir viviendo, y si no fuera por su estupenda y original familia no se comunicaría con el resto del mundo.
Además Doug escribe una columna en el periódico y desde que refleja allí con ironía cómo se siente siendo viudo, está empezando a alcanzar el éxito que nunca antes había logrado, lo que aún le hace sentir peor. Su razonamiento viene a ser que “Hailey tuvo que morir para que el pudiera escribir algo que guste a los críticos y para que le empiecen a llover ofertas". No puede asimilar eso.
Los personajes que rodean a Doug, sobre todo su familia son absolutamente entrañables.
Tenemos a su madre. Me ha encantado este personaje. Una mujer sabia donde las haya, que también lleva su propia carga.
A su padre Stan: que sufrió un derrame cerebral y que hay días que conoce a su familia y días que no recuerda nada, pero que en general se ha vuelto un hombre más cariñoso.
Las hermanas de Doug:
Claire que es su gemela e intentará volver a poner a su hermano en circulación e introducirlo de nuevo en el “mercado”, a la vez que descubre que está embarazada y decide dejar a su marido.
Debbie: su hermana pequeña, a punto de casarse. Doug no puede asimilar que su hermana conociera a su futuro marido durante los días de la Shiva, la tradición hebrea del duelo, que le convencieron celebrar tras la muerte de Hailey.
Russ: el hijo de Hailey, un adolescente que no soporta a su padre y que desde la muerte de su madre va cayendo en picado y prefiere vivir con Doug convirtiendo a éste en una especie de “padrastro”. Doug es un hombre joven, Hailey era 11 años mayor que él, así que Russ y él conectan mejor por mucho que en principio él quiera desentenderse del chaval.
Las situaciones por las que pasa su familia y la próxima boda de su hermana hacen que no le quede más remedio que tomar parte obligándole a participar en la vida de los demás, lo que hará que comience poco a poco a vivir de nuevo.
Una novela que combina dolor y humor de una forma que hace que quieras seguir leyendo. Puedes estar riendo o sonriendo delante de una página y dos párrafos más adelante se te nublan los ojos con la emoción.
Es una historia muy cercana y realista, algo que podría pasarle a cualquiera y con escenas con las que me he sentido identificada. La encuentro muy creíble y la recomendaría para subir el ánimo de cualquiera en un momento de bajón.
Ha habido muchas frases y párrafos que me apetecía apuntar, pero me he contenido.
“Después de que muriera, durante un tiempo ni siquiera cambiaba las sábanas porque aún olían a ella. Luego dejaron de oler a ella y, pasadas unas semanas, simplemente olían a mugre. Y esa es una metáfora del dolor que funciona tan bien como las otras miles que se me ocurren a diario. Te aferras desesperadamente a todos y cada uno de los recuerdos y, al hacerlo, los mismos recuerdos se vuelven rancios y desvaídos, como las sábanas de mi cama.
Y aún así, me dolió cuando finalmente cambié las sábanas, porque era una manera más de conjugar a Hailey en el pretérito, un paso más hacia el indefectible abismo, y no consigo ordenar porque cada cosa que quito o limpio es un rastro más de ella que borraré para siempre. Quiero colocar catenarias y cordones de terciopelo rojo, como hacen en las mansiones históricas para evitar que los turistas hagan el payaso con el pasado, porque eso es lo que todos haríamos si nos dieran la posibilidad”.