AUTOR: Manuel Ríos San Martín
La novela está narrada en primera persona por Martínez y tiene gran cantidad de diálogos, algunos muy interesantes (y divertidos) entre ambos investigadores y también otros con algunas de las personas a las que van interrogando, pero es cierto que ha habido un momento en el que tantos apuntes "religiosos" a lo largo del libro a mí me han parecido excesivos. Esto es algo muy personal y es que lo siento, pero la religión y yo no hacemos buenas migas, en todo caso eso no me ha impedido disfrutar de la novela, es cierto que quizás no tanto como otros lectores, pero creo que es una lectura bastante recomendable.
Una modelo de diecisiete años a la que le falta el ombligo desaparece en Madrid. Los inspectores Martínez y Pieldelobo se hacen cargo de la investigación, pero chocan desde el primer momento. Él es un padre cincuentón y caótico, tierno pero mordaz y un tanto anticuado; ella, una milenial combativa, inteligente y feminista.
Mientras recorren por España lugares misteriosos y templos en apariencia tranquilos, surgen dos hipótesis para desenmascarar a un asesino en serie: o la mafia rusa está detrás de una red de prostitución de lujo o hay un psicópata religioso que pretende enmendarle la plana al mismo Dios.
Este thriller plantea una reflexión irónica sobre la intolerancia, la dicotomía entre pecado y belleza, entre misericordia y castigo, y las relaciones entre el hombre y la mujer como dos seres destinados a entenderse desde el principio de los tiempos.
Hoy os cuento mis impresiones sobre "Donde haya tinieblas", la última novela publicada por Manuel Ríos San Martín y la primera que yo leo.
Tengo que reconocer que ha sido una lectura muy entretenida, un thriller con muy buen ritmo, que destaca por el punto divertido que aporta el personaje de Martínez, uno de los inspectores encargados de investigar la desaparición de una popular modelo rusa. Martínez, estará acompañado por la inspectora Pieldelobo, un personaje que ya no me ha parecido tan divertido, ni evidentemente pretende serlo y esas personalidades tan diferentes hacen que esta pareja de investigadores sea muy particular.
Martínez, es un padre de familia, preocupado por estar al día de las cosas de sus hijos. Tiene cincuenta años y es un personaje que resulta simpático desde el principio, muy aficionado, por cierto a ponerle motes a todo el mundo, debido a que no suele ser capaz de recordar los nombres. Su forma de ser hace que el lector empatice rápidamente con él y algo que se descubrirá ya avanzada la lectura (y que yo no esperaba en absoluto), todavía hará que nos encariñemos más con él. Intenta estar al día en los avances tecnológicos, pero lo consigue solo más o menos.
Pieldelobo, cercana a los treinta años, es prácticamente el polo opuesto de Martínez, lo que hará la lectura mucho más interesante, sin duda, sin embargo, a mí personalmente me ha costado conectar con ella, aunque a lo largo de la novela acabaremos sabiendo por qué es tan radical en cuanto al tema del feminismo, pero el pobre Martínez a veces parece tener que pensar muy bien lo que va a decir antes de abrir la boca porque a todo le encuentra un punto machista. Da la sensación de que está a la defensiva en todo momento, y es cierto que con algunos compañeros (uno en concreto absolutamente baboso) lo puedo entender, pero ¡madre mía!
↓↓ Un ejemplo de conversación entre ambos al comienzo de la investigación ↓↓
—Pero la canción sí. Bueno, creo. Se parece a una de Joaquín Sabina. Me encanta Sabina. —Se me había olvidado citarlo antes.
—¿Qué es lo que te gusta de él, que es taurino, putero o machista?
[...]
—Este tío es un acosador —saltó la inspectora.
—¿Quién, el Muñequín?
—No, joder, Martínez; Sting.
—¿Y eso? —pregunté incrédulo fijándome en la canción seleccionada: «Every breath you take».
—Escucha lo que canta: «Cada paso que des, te estaré mirando».
—Pero eso es algo simbólico —expliqué—, no es que lo haga de verdad, es un sentimiento. Es una manera de desahogarse ante una relación que no funciona...
—Un puto acosador.
De verdad, el pobre Martínez ha hecho auténticos equilibrios durante toda la novela para ser absolutamente correcto y feminista en sus acciones y comentarios, pero es cierto que a veces traemos las cosas ya tan marcadas desde niños (incluso hoy día aún nos cuesta ver como machismos o micromachismos, cosas que de niños dábamos por sentadas) que trabajar con ella es todo un desafío. A pesar de eso, está claro que forman un buen equipo, sus puntos de vista diferentes sobre el caso que llevan entre manos (para él, hay un trasfondo religioso y para ella el mundo de la prostitución y las mafias rusas tiene más peso) hacen que la novela se lea de forma muy amena y ágil.
Manuel Ríos San Martín Fotografía de Amazon.es |
Eso sí, también me gustaría comentar que hacia el final de la novela (sobre el capítulo 84 de los 107 en los que está dividida) ocurre algo con los personajes principales que me ha chirriado muchísimo y no me ha convencido nada de nada, aunque sé que a otros lectores sí, pero... para gustos colores.
En cuanto a la trama reconozco que alguna cosa sí me la olí y acerté, pero confieso que el final para mí fue una sorpresa y eso siempre o agradezco en una novela.
En resumidas cuentas, creo que "Donde haya tinieblas" es una buena novela, fresca, actual, de ágil lectura, dividida en capítulos más bien cortos que siempre invitan a leer "uno más", una historia que nos moverá por diferentes rincones de nuestra geografía, estupendamente descritos, que te hará reír en más de un momento y que mantiene la intriga hasta el final, un final que es de lo mejor de la novela y a pesar de algún pequeño "pero" que le he puesto, a mí me ha dejado el suficiente buen sabor de boca para repetir con el autor en alguna otra ocasión.
Así comienza "Donde haya tinieblas"
Las redes sociales son una mierda. Lo sé bien porque las tengo todas. Tres cuentas de Twitter, tan solo una de ellas a mi nombre, la que no uso; dos perfiles de Instagram, uno para cuando hay que investigar a adolescentes (cincuenta y tres seguidores), en el otro subo fotos oscuras y extrañas con las que saco mi lado artístico (diecisiete seguidores). Ayer perdí uno. Snapchat, para mandarme tonterías con mis hijos. Pinterest no me dice nada. Por no hablar de Facebook, que solo sirve para comprobar que mis compañeros de colegio están más calvos que yo. Y lo están, que, aunque yo ya tenga mis entradas, no me conservo mal para ser de mi generación. Un fofisano de esos, todavía con cierto encanto. Lo dice mi mujer. Y eso de TikTok, ¿qué es?
En fin, que controlo de redes sociales. Estoy al día. Por eso sé que hay que ser muy subnormal para creer en ellas. Joder, ya he vuelto a decir subnormal . No puedo contenerme, me sale solo, de cuando era más joven y se podía decir. Es un insulto que no puedo evitar que me haga gracia, con esa b alargada... Subbbnormal . Menos mal que esto no es Twitter; ya habría perdido doscientos seguidores que no tengo y me habrían puesto a parir. Debería cuidar mi lenguaje incluso cuando pienso, que luego sale en el momento menos adecuado. Si además me gustó la película esa de Campeones . Hasta conocí al gordito entrañable. Un tipo genial. No se le entendía una mierda, pero un cielo. Le desapareció una mochila y, al final, se la pudimos devolver cuando un vecino la encontró perdida en el parque y tuvimos un aviso de bomba que no fue tal. Y es que no hay que ofender, que me lo dice siempre el comisario. Tonto, imbécil, hasta gilipollas podría valer...
A mí también me chirrió ese momento, pero por lo demás, disfruté muchísimo con esta novela. Adictiva de principio a fin.
ResponderEliminarBesotes!!!
La verdad es que no estaría nada mal volver a encontrarnos con Martínez en otro caso 😉
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