TITULO: Una familia normal AUTOR: Mattias Edvardsson
Sinopsis Editorial:
Adam y Ulrika, un matrimonio normal, viven con su hija Stella, de dieciocho años, en una zona agradable en las afueras de Lund. En apariencia, su vida es perfecta... hasta que un día dicha ilusión se trunca de raíz cuando Stella es arrestada por haber asesinado brutalmente a un hombre casi quince años mayor que ella. Su padre, un respetado pastor de la iglesia sueca, y su madre, una conocida abogada defensora criminal, deberán replantearse su paradigma ético mientras la defienden e intentan comprender por qué es la principal sospechosa del crimen. ¿Hasta dónde llegarán para proteger a su hija? ¿Saben realmente cómo es? Y más preocupante aún: ¿acaso se conocen el uno al otro?
En la última edición de "Masa Crítica" de
Babelio, tuve la suerte de resultar ganadora de un ejemplar de
"Una familia normal" de Mattias Edvardsson (
Salamandra), una novela que me apetecía muchísimo leer, que me ha encantado y que os recomiendo sin dudar.
Me gustan mucho las novelas que hacen que el lector se pregunte qué haría de estar en la piel de algunos de los personajes de la historia que está leyendo y sin duda ésta es una de esas historias. Es el tipo de libro en el que el dilema está servido. Tu hija, esa niña que has visto crecer y que crees incapaz de matar a nadie acaba de ser acusada de un asesinato. ¿Qué haces? ¿Defenderla a capa y espada? Evidentemente mientras no se demuestra su culpabilidad sí, pero... y si mientras eso no ocurre no tienes tan claro qué ha pasado ¿Y si ha sido capaz de cometer el crimen? Y si eso llegara a demostrarse... ¿Seguirías defendiendo a tu hijo o hija a capa y espada? ¿Qué serías capaz de hacer para verla fuera de la cárcel?...
Os confieso que en casa ya he sacado en alguna ocasión el tema y ya conocen mi opinión, pero claro una cosa es pensar que sabes lo que harías en un caso así y otra encontrarte en él realmente y que tu ordenado mundo cambie de forma radical de la noche a la mañana como le ocurre a esta familia.
Lo primero que me ha gustado del libro es cómo ha decidido narrarlo el autor y es que lo hará en primera persona desde el punto de vista de los tres miembros de la familia empezando por Adam, el padre de Stella, que además es sacerdote de la iglesia sueca y un miembro muy respetado de su comunidad. Adam, nos transmitirá impecablemente cómo se siente en cada momento, la impotencia que le envuelve, la sensación de que la policía apenas hace nada para sacar a su niña de la cárcel y su angustia a medida que se va dando cuenta de que a lo mejor hay cosas de su hija que no conocía y que en algún momento le hacen dudar. Creo que de los tres puntos de vista el de Adam es el que más me ha gustado.
Después le toca el turno a Stella. A través de su voz veremos cómo es su relación con sus padres, su rebeldía, su relación con su mejor amiga y vecina, la relación que tenía con la víctima y también nos irá ofreciendo datos que unas veces nos harán pensar que podría ser fácilmente una asesina y otras todo lo contrario. Lo que está claro es que Stella en un polvorín que no necesita mucho para estallar.
Y por último le toca el turno a Ulrika, la madre. Abogada de profesión, que carga un poco con el remordimiento de no haber pasado más tiempo con su hija desde que nació. Sabe que la relación de Stella y Adam siempre ha sido más cercana por el mero de hecho de que han pasado más horas juntos, sin embargo también da la sensación de que metida en la adolescencia, Stella parece haberse alejado de su padre y es su madre la que sabe cosas de su hija que Adam desconoce por completo. En esta última parte asistiremos al juicio de Stella y ¡madre mía! saldrán a la luz algunas cosas que quizás lo cambien todo... o no.
Como he dicho al principio, el libro me ha gustado mucho. Creo que el retrato psicológico de los personajes es muy, pero que muy bueno y con ellos te sientes como en una montaña rusa. Entiendes que los padres rechacen radicalmente la opción de que su hija sea culpable, su forma de darle la vuelta a cada pequeña pista que pueda indicar lo contrario, el esfuerzo por intentar buscar una explicación y quizás otro culpable, alguien que tuviera motivos de verdad para matar a la víctima, además el diferente punto de vista de los tres de su propia familia también nos hará ver que esa aparente solidez familiar, quizás no lo sea tanto, ya que todos desconocen cosas de los demás.
Hay silencios, hay secretos y ahora mucha angustia y desesperanza.
Creo que "Una familia normal" es una novela que puede gustar a muchos lectores. Sin ser una novela de ritmo arrollador, la forma en que está escrita, la intriga por saber qué ocurrió realmente y esa parte judicial del final, componen una historia con bastante tensión que atrapa enseguida y que realmente te hará plantearte muchas preguntas.
La verdad es que no es primer libro que leo en el que se plantea este tipo de cuestión. El último que recuerdo en esta línea es
"Defender a Jacob" de William Landay que me gustó muchísimo, me tuvo enganchadísima a la trama tanto como esta y también os recomiendo sin dudar y otro que ya hace varios años que leí y que también os recomiendo es
"La cena" de Herman Koch, otra novela para debatir un buen rato.
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Así comienza "Una familia normal"...
Acurrucado en este rincón, estoy atento a todo lo que se mueve. El menor ruido me hace dar un respingo. Los segundos se han ralentizado; ahora prácticamente se han detenido. Debo de llevar sentado aquí cinco minutos. O quizá una hora.
El Juzgado de Instrucción de Lund está en el centro de la ciudad, casi enfrente de la comisaría, al otro lado de la calle, y a un tiro de piedra de la estación. Los habitantes de Lund pasan constantemente por delante de los juzgados, pero la mayoría no llega a poner un pie en las salas del tribunal de primera instancia en toda su vida. Hasta hace nada, esto valía también para mí.
Estoy sentado en un sofá delante de la sala segunda del juzgado y el monitor que tengo delante informa a los presentes de que se está celebrando un juicio oral por homicidio.
Mi mujer está ahí dentro, detrás de la puerta. Tan cerca y a la vez tan lejos. Antes de entrar en los juzgados y pasar el control de seguridad nos hemos parado en la escalinata de fuera para abrazarnos. Me ha cogido de las manos y, apretándolas hasta hacernos temblar, me ha dicho que ya no depende de nosotros, que la decisión final está en manos de otros. Los dos sabemos que eso no es cierto del todo.
Cuando el sistema de altavoces chisporrotea, me veo invadido por una náusea implacable. Oigo mi nombre. Ha llegado mi turno. Me tambaleo al levantarme del sofá y un guardia jurado me abre la puerta. Me saluda con la cabeza sin mostrar la más mínima señal de empatía. Aquí no hay sitio para esas cosas.