Londres, inicios del siglo XIX. La joven Penelope se gana la vida haciendo encajes, bordando y cosiendo. Tiene un talento innato para la moda, pero un hecho inesperado hará que su vida dé un giro sorprendente y sea desterrada junto con su madre a Nueva Gales del Sur, en Australia.
Su destino se cruzará con el de Bernhard Kreuz, un médico alemán, y pronto se dará cuenta de que este siente por ella algo más que mera simpatía. La joven costurera, sin embargo, no puede olvidar el terrible hecho que vivió en el barco durante el viaje hacia el continente australiano, ni el aterrador incidente que tuvo lugar justo a su llegada, en el puerto de Sidney... Penelope no tendrá más opción que enfrentarse con su pasado.
No hay como alejarse una temporada de un género para retomarlo con ganas. Desde mi ultima incursión en una novela Landscape han pasado meses y la última leída, aunque me había gustado, no resultó ser tan estupenda como yo esperaba, así que cogí con muchas ganas este libro, que me iba a llevar a tierras australianas y además "en teoría" entre hilos. Cualquiera diría que soy un genio entre hilos (y si me sacas del punto de cruz, no sé ni coser un botón), pero me atraía mucho esta historia y sí, también su bonita portada, así que allá me lancé.
La novela me ha gustado, pero no me ha parecido una landscape al uso. Con esto quiero decir que la mayoría de novelas de este género que he leído tenían una parte muy importante dedicada a describir detalladamente el entorno donde se desarrollaban las historias, logrando casi que el lector lo visualizara y se hiciera una idea muy clara de los paisajes donde transcurrían esas historias y en esta novela la autora se ha centrado también en una muy buena descripción, pero no tanto de las tierras australianas como de la situación, la terrible situación, por la que pasaban los presos que llegaban desde el Imperio Británico a cumplir sus condenas a Nueva Gales del Sur.
Pero vayamos por partes. La novela arranca en Londres, un Londres al borde del colapso por el bloqueo al que Napoleón tiene sometida a Gran Bretaña. El no poder mantener relaciones comerciales con otros países provoca que la delincuencia y el hambre se extiendan por toda la ciudad hasta llegar al punto de tener las prisiones abarrotadas. Las ejecuciones de presos eran diarias y finalmente se optó por embarcar a muchos de ellos rumbo a Nueva Gales del Sur a cumplir sus condenas. Y en uno de esos barcos viajará la protagonista de esta historia, Penelope, junto con su madre, Mary. ¿Y cómo llega a esa situación? Pues esa es una de las cosas que más me han llamado la atención. A veces los "delitos" por los que los presos eran condenados eran ridículos y este es uno de esos casos. Aunque Penelope se dedica a hacer encaje en un taller de costura, acaba trabajando en una casa particular a la que pronto se adapta, pero un hecho "imprevisto" hará que intentando solucionar un problemita de su señora, atraiga sobre ella y su madre la desgracia, acabando, primero, condenadas a muerte, y finalmente indultadas sustituyendo esa condena por el destierro a Australia donde deberán cumplir catorce años de condena.
El viaje en barco, como os podéis imaginar por la época, era de muchos meses y las condiciones en las que viajaban, sobre todo los presos, absolutamente infrahumanas. Aquí hay que quitarse el sombrero ante la autora, que hace un ejercicio descriptivo tan bueno, que de verdad a veces parece que consigue meterte en la bodega del barco junto a estas mujeres y llegar a sentir la asfixia, el agobio, el olor, la suciedad, las enfermedades, la sensación de miseria y abandono por las que todas las prisioneras debieron pasar (las que lograron aguantar toda la travesía) hasta llegar a su destino. Es cierto que también viaja hacia Nueva Gales algún pasajero más compasivo que al final tendrá bastante peso en la historia y sobre todo en la vida de Penelope, pero es imposible deshacerse de la sensación de "pesadilla" que tuvo que ser una travesía como aquella.
Muchos presos iban con la esperanza de que una vez cumplida su pena, podrían iniciar una nueva vida, pero lo cierto es que me ha costado mucho ver un poco de luz en la vida de Penelope. Los hombres lo tenían más fácil, a pesar de tener sobre ellos una condena, tenían derechos, pero las mujeres eran tan ninguneadas y despreciadas como lo podían ser en Inglaterra. A cincuenta hojas del final del libro todavía no se acaba de ver algo de esperanza para la vida de esta muchacha. No solo el viaje a través del mar fue terrible para ella, a pesar de viajar con su madre, y de que ésta siempre veló por ella, sino que el día que llegan a su destino, la fatalidad vuelve a caer sobre ellas, y sobre el barco al completo, dejando en ella una pena terrible con la que luchar cada día. Para colmo su vida en tierra firme no es mucho mejor que a bordo del barco que la trajo a ese país desconocido, todavía en pañales y en el que tantas cosas quedan todavía por hacer, donde el poder de unos pocos prevalece sobre los demás, donde no existe una moneda con la que negociar, como no sean unos barriles de ron y donde sobrevivir se convierte en una lucha a muerte diaria.
Poco a poco se irán cruzando en su camino personajes que en unos casos para bien y en otros para mal, irán formando la historia de su vida. Serán muchas las dificultades (que aquí no voy a contar) las que deba sortear y en más de una ocasión estará a punto de "tirar la toalla" pensando incluso si no hubiera sido mejor morir en el barco.
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Lachlan Macquarie |
Narrada en tercera persona, prácticamente en su totalidad desde la perspectiva de Penelope y a veces desde la de su madre (Mary) y con un estilo sobre todo muy realista, la lectura de esta historia te hace dar gracias por no haber nacido en una época como aquella. A veces es muy dura y asfixiante pero también muy instructiva.
Hacia el final de la novela, podremos ir apreciando mejoras en las infraestructuras de Nueva Gales, gracias a un personaje que aparece en la novela, y que existió realmente: el gobernador
Lachlan Macquarie, uno de los personajes más agradables del libro junto a su esposa Elizabeth y que fue enviado allí por la corona británica. Macquarie supervisó la construcción de carreteras, embarcaderos, iglesias y edificios públicos así como el diseño de Sydney.
Fotografías:
- de la autora: http://buechertitel.de/interview-mit-dagmar-trodler-693.html
- del barco con presos: http://www.allworldguides.com/nsw.htm#.UyqyDfl5PoF
- del gobernador: http://hillstory.com.au/hillstory/articles/Lachlan_Macquarie.html