Era huérfano, y bastardo, pero su ilusión estaba clara: que cuando su padre, don Rodrigo Seijas, señor de San Paio, volviera de las Cruzadas, estuviera orgulloso de él. Por eso había escalado el roquedal hasta conseguir un polluelo de halcón, que criaría para regalárselo. Pero las malas noticias llegaron al fin: don Rodrigo no iba a volver. Y ahí empezó todo. Expulsado a golpes por su hermanastro, será acogido por Guy de Tarba, infanzón fiel al señor de la villa y, con él, Laín se embarcará en un viaje lleno de peligros y aventuras. Desde Galicia, pasarán los Pirineos y, ya en Venecia, embarcarán hacia la Palestina y allende ultramar. Perseguido por los templarios, será traicionado, embaucado, torturado…, pero se convertirá en un hombre, en un héroe. Y lo mantendrá vivo una única esperanza: la venganza.
Como si fuera una cantiga moderna, Martín Códax nos relata la historia de Laín, el bastardo de de San Paio; la gesta del halconero, una historia de aventuras, conspiraciones y honor, sumergida en la época más turbulenta del medioevo europeo, desde la España de Alfonso X el Sabio hasta las lejanas tierras de Mongolia, donde la sombra del gran Gengis Kan sigue enmudeciendo a vivos y a muertos.
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Hoy toca reseñar el Primer Premio de Narrativas Históricas de la Editorial Edhasa, que no es otra que la última novela de Francisco Narla, un autor que sabe que siempre tiene un hueco en mis estanterías para cada una de sus nuevas obras.
Ya expliqué en la reseña de su anterior novela "Donde aúllan las colinas" por qué me gusta leer a Francisco Narla, así que no me voy a repetir. Lo que único que diré al respecto es que en esta historia he encontrado de nuevo todos esos motivos por los que me gustan sus libros.
Como sabéis, "Laín el bastardo", ha sido una lectura conjunta que hemos dividido en 14 días y aunque hemos sido poquitas las que nos hemos animado, hemos disfrutado muchísimo del libro. Incluso han querido "matarme" en un par de ocasiones porque algunos de los días he hecho el corte de la lectura justo en un momento en que era casi imposible no seguir leyendo, pero eso es algo que yo no sé que va a ocurrir cuando divido el libro, claro, así que no les ha quedado más remedio que perdonarme.
Francisco se ofreció a contestar cualquier pregunta que nos surgiera, pero la verdad es que no le hemos molestado mucho, ya que al final de la novela ha incluido un "Cuaderno de Notas" donde le da un poco de información al lector curioso que quiera saber un poco más sobre lo que ha leído. De todos modos, como suele ocurrir cuando leemos novela histórica, ha sido una lectura conjunta en la que hemos aportado mucha información extra a través de enlaces y fotografías, porque "Laín el bastardo" es ante todo un gran viaje que nos llevará desde Galicia hasta la mismísima ciudad de Qara Qorum, capital del Imperio Mongol durante el siglo XIII, pasando entre otros lugares por Venecia donde nos encontraremos con la familia de un "futuro" Marco Polo, Palestina, o la fortaleza de Alamut donde estaban los famosos hashashin, para volver de nuevo al punto de retorno aunque con otro rey en el trono: Alfonso X "El sabio".
Torre de San Paio de Narla. Actual Museo Etnográfico |
“–Creceré durante el viaje –afirmó, estirándose para parecer más alto–. Ya puedo encargarme de enjaezar a los caballos, soy un buen mozo de cuadras. Y sé aceitar las espadas, Guillermo me enseñó –aclaró, señalando a uno de los jinetes, un caballero de origen bretón que tiempo atrás se había establecido en León y había terminado al servicio del señor de San Paio–. Sé repasar las cotas de malla y puedo preparar las lanzas. Además, sé apañarme con cazos y cacerolas, puedo ayudar con las comidas. Y a herrar los caballos...” […] “–Y cuando llegue la batalla –echó el pecho fuera y abrió los brazos–, haré lo que se me ordene.Pasado el tiempo, el rey Teobaldo regresa de las cruzadas pero no así Rodrigo del que nada se sabe, momento en que Fruela aprovecha para convertirse en el nuevo señor de San Paio tras darle una paliza casi de muerte a Laín. Gracias a Guy y su mujer Egeria, el niño se recupera y acabará uniéndose al gascón y un grupo de templarios que han partido en un largo viaje para averiguar el paradero de su señor, pero a veces las cosas no son lo que parecen...
A partir de este momento comienza una larga epopeya en la que a Laín y Guy de Tarba se unirá un viejo conocido de este, Ciriaco, un estrafalario (y chanchullero) comerciante de reliquias. Juntos pasarán mil y una aventuras no exentas de peligro. Será un viaje en el que Laín aprenderá de ambos hombres todo cuando le van enseñando y veremos cómo va perdiendo esa inocencia infantil para ir convirtiéndose poco a poco en el hombre que finalmente llega a ser.
Representación “idealizada” de Martin Códax, en el parque de Castrelos de Vigo (obra del escutor Raúl Comesaña Covelo). |
La verdad es que la primera página de la novela ya anticipaba que Laín iba a perderlo todo, pero yo no imaginaba cuánto. Quizás por eso es un personaje con el que empatizas desde el primer momento, sobre todo porque el lector lo conoce cuando es un niño y a pesar de que después se va convirtiendo en un hombre más taciturno y solitario, es imposible no encariñarse con el niño valiente y sensible del inicio y con toda su "bichería", porque Laín tiene una sensibilidad especial para conectar con los animales y siempre va acompañado por ellos, da igual que sea un gato, un perro, un turón o un halcón.
Francisco Narla describe como nadie cada lugar por el que pasan. Para Laín todo es nuevo y para el lector un placer imaginarlo y verlo con sus ojos. La forma de Narla de describir, por ejemplo, la entrada de Laín por primera vez en Santiago es espléndida, su visión de Alamut, de Qara Quorum... por no hablar de algunas descripciones culinarias que hacen literalmente la boca agua. Mención aparte esta "receta" que hemos decidido no llevar a la práctica, más que nada por lo laborioso que nos iba a resultar encontrar algunos de los ingredientes (huevo aparte) ¡ja,ja!
La leyenda decía que los soberanos persas hacían gala de aquella pantagruélica exquisitez cuando organizaban las grandes bacanales que los habían condenado a ojos de los mullahs islámicos. Un huevo se introducía en un pajarillo, éste en un pollo, el pollo dentro de un faisán, el faisán en un cordero, el cordero en una cabra, la cabra en un venado, el venado en un ternero y el ternero dentro de un camello. Toda la mezcla se untaba con manteca, se albardaba, se especiaba y se asaba a fuego lento durante varios días en un enorme pozo excavado en el suelo. El auténtico acierto de los cocineros del sha del Imperio persa se lograba cuando el huevo en el interior de todas las carnes quedaba justo en su punto, con la yema aún líquida y untuosa, al capricho del monarca. En la excentricidad de aquellos tiempos pasados, se suponía que el soberano tan sólo comía el huevo y que el resto de carnes se utilizaban únicamente para darle un sabor incomparable."Laín el bastardo" en definitiva es un placer para los sentidos, por la forma en que está escrito, con esa elegancia, cuidado y detalle que imprime Narla en sus obras, por su personaje principal, por todos los secundarios maravillosos (buenos o no tan buenos) que se va encontrando por el camino (mención especial para mí, la estrofa del Eunuco) y por hacer que sus descripciones cobren vida mientras leemos, da igual que describa una ciudad, una persona, un oficio, un ropaje, un animal o las hojas de un árbol, siempre es un placer leerlo.
"Laín el bastardo" es literalmente un novelón, un viaje de dos décadas a través de exóticos paisajes. Una novela que rebosa pasión, escrita con el máximo rigor histórico, aunque como explica al final, tomándose en determinado momento algunas "licencias". Un libro que disfrutarán los amantes de la novela histórica y aquellos enamorados de una buena aventura plagada de sorpresas.
Monasterio de Carboeiro (lugar de retirada de nuestro trovador) |
"Un hombre vale tanto como su palabra" le decía don Rodrigo y es cierto, pero a veces... la palabra sale cara.